"sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede."
Mario Benedetti - A la izquierda del roble
Me culpas de olvidarme de ti
como si no supieras
que de tanto beber de copas rotas
no puedo recordar ni mi nombre.
Cómo no voy a querer llorar, cariño,
si me he vuelto una persona que finge sonreír a diario.
Cómo no voy a llamarte Amor,
si no sé quién eres.
Te hablé de mi fantasma creyendo que lo ibas a entender,
que ibas a encontrar algo que explicara mis alucinaciones,
que compartirías mis delirios.
Qué sorpresa, de pronto te quiero,
qué decepción,
ya no eres quién pensé.
Ya sabes que de estos huesos que no son más
que peso muerto en mi vida
no quedará más que el polvo que me dejes echarte antes de irme.
El placer frenético de la efímera libertad que me ata a tu cama.
No sé,
qué ganas de un poema que te desgarre por dentro
ahora que correr sólo es un verbo de huida
y nada tiene que ver
con tu saliva entre mis piernas. Qué ganas, amor,
de que digas mi nombre tras una pesadilla,
y busques mi mano
y la encuentres inmóvil sobre ti. Qué ganas,
amor, pregunto,
al tener todos los estereotipos apuntándote,
dictando en tu espalda
las normas para ser feliz.
¿Qué ganas, dime?
Si tú supieras cuántas esquinas me han conocido
y me han besado.
Si supieras que siempre me estoy yendo
y por eso no te dejo quedarte conmigo,
porque yo no me quedo,
nunca
en ningún lugar.
Ahora que
sólo confío en la ley de la calle
que me acoge cuando no puedo dar dos pasos más
sin vomitar un poema.
Ahora que
voy sin frenos a ninguna parte,
que me siento una bala cobarde arrinconada en la recámara.
Ahora que todo problema es vivir frente al mar
y sólo ver un muro.
Es haberme dejado la ternura
en alguna habitación que no era la mía.
Es no saber qué siento por este corazón,
que, tonto de él, se empeña en hablar de ti,
ni por estas bragas,
que, en este caso,
hacen lo mismo.
Cuéntame, y te cuento otro cuento, amor,
el de que mientras no estabas
yo he estado cansada de no dormir,
por si así encontraba algo con lo que soñar
de una vez.
Que hace tiempo que no me acuesto con la misma idea
con la que me levanto. Pero las dos follan que no veas.
Que tengo al lado suicida del corazón
gritándome muy alto para que le haga caso.
Y ya no sé si ceder a sus peticiones, ahora que hasta los boleros me han abandonado.
Al menos puedo decirte que ya he dejado de pintarle flores a tus cerezos
y me da, cada vez, más igual la primavera.
Que he aprendido a dejar de pillarme la vida con todas las puertas que cierro.
Porque la vida es sueño
y los sueños,
¿se comen o algo? Porque me está entrando hambre
de tanto portazo.
Cada vez que parpadea una luz cerca mío
espero que seas tú
llamando. Pero nunca llamas.
A este miedo de no saber volar si no es contigo
no sé qué nombre ponerle,
a esta herida
ni se lo busco.
A tus vicios sigo dispuesta a acostumbrarme.
Ahora sólo me queda la distancia.
Que qué cojones tiene que estés tan lejos
y yo te sienta durmiendo a mi lado,
y tenga que echarte así de mis sábanas: como si estuvieras.
Como si hubieses existido en algún momento.
Como si a mis costillas no les faltaran tus golpes. Ven y duéleme un poco más,
te pido, una última vez,
por favor.