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martes, 17 de abril de 2018

Ni siquiera sabes a dónde vas a volver.

He empezado a cultivar el silencio, porque a veces las palabras parecían solo ruido que impregnaba las paredes de esta casa.

Y un segundo callada me traía el eco de tantos rencores.

Ahora respiro, con dificultad
pero respiro. Aunque mis músculos se tensen, respiro.
Aunque las lágrimas me muerdan, respiro.
Primero aire, y después
la calma.

Quisiera saber decir todo pasará, pero he aprendido a no engañarme.

Hay algo que me asusta, un miedo innato al olvido y la pérdida.
A ser recuerdo de nadie.

Es como dormir a solas conmigo
y no querer tocarme los pies fríos por entender que son el principio
de este dejarme marchar.

La luz es un lugar precioso para dormir, pero sin la sombra todo es fiebre y quemadura.