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jueves, 7 de febrero de 2013


Ayer,
mientras subía en ascensor al piso de la decadencia
no paraba de pensar en nosotros.

En que a veces te me haces cuesta arriba,
como si tuviera que tirar de ambos para llegar a alguna parte,
y yo ya estoy muy cansada de tirar de mí.

Me iba genial con mi coraza,
con mis besos a media asta,
con vivir del recuerdo, o con él.

Pero tenías que llegar con sonrisas.

Y tenias que pedirme explicaciones sin hablar.

Tú, que no comprendes que podría enamorarme tan fuerte,
que tengo un cúmulo de distancias desbordado ya,
que ya no le quiero,
y eso duele.

Tú, que aún no lo sabes.

Tú y tus mensajes a las 5 de la mañana
diciendome que soy los minutos mas bonitos de tu noche.

Aunque desaparezca antes de que enciendan las farolas.

He pasado por el bar para ir a clase.

He salido tantas veces de él a estas horas,
y qué distinto me parece.

De madrugar y dejar el alcohol he aprendido que la vida es una mierda.
Que me sigue latiendo el pecho a ritmo de blues
cuando nadie me oye,
cuando es muy temprano para bailarte desnuda.

Que prefiero la copa y la barra,
y arrastrarme por las aceras,
a esta cotidianidad tan horrenda que parece tener absorta a la sociedad.

Qué clase de infelices pueden vivir así.

Sin dolor. Sin resaca. Sin el sabor amargo de otra noche gastada,
y otro día perdido hasta las tres de la tarde.

Qué clase de infelicidad hay en ser feliz,
en el equilibrio.

Cariño,
anoche me enfundé los tacones para dejarte huella,
me pinté los labios
y me ricé el pelo. Qué suerte que lo hayas notado,
y qué mal que me den ganas de llamarte a estas horas.

Te tengo prohibido tenerme de día.

Mis fantasmas aparecen con el amanecer
y no con la oscuridad. Me llevo tan mal con la luz...

No quiero que me veas así,
sangrante.

Dispuesta a dejarme arroyar por cualquier coche sólo por no dar un paso más.

Dame la mano,
que vienen curvas y te voy a besar.

Si me salvas de otra primavera, me quedo.

Aunque supongas sumarle otro kilómetro a mi espalda.
Aunque tenga que dejarme de nuevo la piel de serpiente
para ser la niña que sonríe.

De mis restos sólo queda la consecuencia
de querer vomitar en el papel una cosa:
Puedes llegar a ser el poema de mi vida.

Y ya no sé si es pedirte perdón o permiso.

Pero tú te preguntabas si había perdido tus labios de vista,
y cómo no voy a querer coserte a besos
con las balas que lanzas al corazón.

4 comentarios:

  1. mientras subía en ascensor al piso de la decandencia...

    I love it!

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    Respuestas
    1. Te he leído y me he quedado sin palabras para responderte.
      Qué crack, tú, no? Besobesobeso.

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  2. Si me salvas de otra primavera, me quedo.

    Nada más que decir de lo genial que me ha parecido = )

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