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miércoles, 10 de agosto de 2016

La noche más azul del planeta



En ese instante efímero amé más que todas las cosas de la Tierra. Más que los muertos el uno de noviembre, más, incluso, de lo que ama la isla ser encontrada. Amé como todas las conchas aman reconciliarse con la arena. Como las piedras trotan felices tras cada ola. Como el pez que suelta el anzuelo, el hombre que salió a tiempo de la corriente y encontró un naufragio. Como la paz ama el silencio. Como hundirse en la piscina y soltar todo el aire. Amé como se aman los niños, inocentes y sin tregua. En un segundo tan sólo, amé hasta el vértigo, hasta el borde del abismo, hasta la pesadilla en la que caes. Amé con fuerza, como se quiere a un hijo. Y entendí el silbido de la brisa marina, el olor de la comida del domingo, el tacto del pétalo de la margarita. Y no sentí la necesidad de arrancarlo, porque amé tantísimo en ese momento, que absolutamente toda vida era bella. Y todo ser, sagrado.

La noche devolvió el azul al agua,
y a mí al sueño.

Me siento volátil.

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