Cómo todos los poemas que ayudas a que salgan,
este también es tuyo, gorda. Por ser mi refugio,
siempre, te quiero.
Hace varias vidas que te encontré
y te quise por tus calcetines,
(eso creo que nunca lo supiste)
siendo las pequeñas,
con tus mayitas.
Y te vi un día de casualidad
no recuerdo porqué ni dónde
pero te vi pasar,
y supe quién eras, y te adoré igual,
y tus calcetines.
Pero desde hace un año hasta hoy
venimos plantando campos de fresas
en días que se nos pintan azules
(porque tú eres azul entera,
y yo eso lo tengo en cuenta)
y a base de cultivos
nos hacemos felices mutuamente.
Las mentes,
la gente creciente y decreciente,
decrecientes deficientes,
sólo tú me entiendes.
Y a veces de cebollas,
los campos de cebollas
por llorar sin razón
y con ella.
Campos enteros a sangre segados
cegados los ojos de tanto dolernos
de tanto llorarnos
de desquerernos.
Y las lechugas,
cuánto dicen las lechugas eh
pues si te gustan que te gusten, y chócala, joder,
a ti te tienen que querer bien.
Pues quizá nos dé por ahí dentro de poco,
quién sabe.
Y las personas menguantes,
de eso sí sabes.
Y las vacías y las llenas.
Tú eres de las llenas, aunque no lo creas.
Y aunque de llorar sabemos de más,
desde hace un año a aquí.
Siempre las cebollas.
Hoy es día de cebollas.
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