He empezado a cultivar el silencio, porque a veces las palabras parecían solo ruido que impregnaba las paredes de esta casa.
Y un segundo callada me traía el eco de tantos rencores.
Ahora respiro, con dificultad
pero respiro. Aunque mis músculos se tensen, respiro.
Aunque las lágrimas me muerdan, respiro.
Primero aire, y después
la calma.
Quisiera saber decir todo pasará, pero he aprendido a no engañarme.
Hay algo que me asusta, un miedo innato al olvido y la pérdida.
A ser recuerdo de nadie.
Es como dormir a solas conmigo
y no querer tocarme los pies fríos por entender que son el principio
de este dejarme marchar.
La luz es un lugar precioso para dormir, pero sin la sombra todo es fiebre y quemadura.